Cómo todos los días entré a la estación del metro Copilco a las 6:30 de la mañana, me aproximé al puesto de prensa escrita y me enteré de lo que todo México hoy, se queja. El periodiquero, un tipo al que se le notan los años de vida en la cara y en los ojos, me comentaba apesadumbrado, "ya nos cargó la chingada joven, nos quieren subir el precio hasta de las tortillas". Me quedé tan preocupado que me atrevi a llamarle a mi comadre Filomena. La pobre estaba en un llanto. "No voy a poder comprar ni mis cuatro panes dulces para el desayuno" me decía con una agobiada voz, "tranquila comadre, una conchita nadie se la niega" fue lo único que atiné a responderle.
Pasó el día y yo seguía con la voz de mi amigo periodiquero y de mi comadre Filomena en la mente. Me ocupé de investigar y me quedé anonadado. "El impuesto contra la pobreza", de nuestro amigo Calderón, ¡le va a subir las facturas a los pobres! ¡Pero que divertido!... no. En ese mismo instante me acordé que la selección enfrentaba al equipo Hodureño esa misma noche. No dudé en marcarle al buen Diego para proponerle ir a ver a nuestra esperanza nacional al colóso de Santa Úrsula, me dijo que por supuesto iríamos. Tuve que hacer otra llamada, pero esta vez de carácter burocrático..."Mami, voy a ir al partido con Diego". Mi santa progenitora decidió gritarme una lista de obligaciones pendientes (y pensar que yo sólo quería el permiso). Ante la negativa de mi madre me dispuse llamar a Dieguinho, como le digo de cariño. Agarré el celular y me llegó un mensaje de la suscripción informativa que tengo: SECUESTRAN AVIÓN EN AEROPUERTO INTERNACIONAL DEL DISTRITO FEDERAL. ¡No ma!¡No chin!¡No jo!... Inmediatamente encendí el televisor más cercano y a lo largo de la tarde, hasta el inicio del partido, mis sentidos estuvieron todos sobre el loco sudamericano que en nombre de Dios había atacado el orden social... Ahora me pregunto ¿Qué pasó con los impuestos?
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